miércoles, 17 de marzo de 2010

R. Johnson y los 29 manifiestos del blues

Robert Johnson es, sin duda, el más legendario de todos los artistas que, durante las primeras décadas de este siglo, contribuyen a definir el Blues, conformándolo como el estilo musical que ha llegado hasta nuestros días. Aunque su influencia directa en la primera generación del Rock and Roll es más bien difusa, su incidencia en la carrera de artistas correspondientes a décadas posteriores, de la talla de Eric Clapton, Ry Cooder, Jimi Hendrix o Muddy Waters, por citar tan sólo unos ejemplos, es clarísima. Se merece, pues, un lugar de honor entre los precursores del Rock and Roll.

Se conoce muy poco de su vida. De hecho, en sus biografías son casi más abundantes las "leyendas" que los datos. Se dice, por ejemplo, que su asombroso talento musical le fue otorgado después de realizar, en un cruce de caminos, un pacto con el diablo: su alma, a cambio de la habilidad de tocar el Blues. Se sabe, sin embargo, que nació, en Memphis, en 1911. En 1927 ya ha abandonado la escuela, y trabaja en una plantación. Usa, entre otros, los nombres de Robert Sax y Robert Spencer hasta que, a los dieciséis años, su madre -una mujer de azaroso pasado- le confiesa el verdadero apellido de su padre: Johnson. Pronto aprende a tocar la guitarra y la armónica, y entra en contacto con algunas de las figuras más importantes del Blues de Memphis, como Willie Brown, Charlie Patton y, sobre todo, Son House, que se convierte en una de sus principales influencias.Su vida está llena de tragedias. Su primera mujer fallece durante el parto de su hijo. Atormentado por la necesidad de encontrar a su verdadero padre, invierte mucho tiempo y esfuerzo en el empeño (no se sabe si lo consiguió). De carácter amargado y violento, pronto se convierte en alcohólico y en un tipo violento.

Johnson se convierte en un músico profesional en una época en la que, según B. B. King, “ser negro y tocar blues, era ser negro dos veces”. Adquiere rápidamente prestigio en la zona del Delta y viaja a St. Louis, Chicago, Michigan y Nueva York. Johnny Shines fue uno de sus compañeros de viaje, tocaban en la calle, en una esquina o en la puerta de la barbería esperando la oferta de trabajo en una fiesta o un bar; después, otro camino polvoriento y otro pueblo donde no has estado nunca y donde nadie te conoce. Según Shines “…Robert siempre estaba limpio. Podíamos viajar durante todo el día en el furgón de carga de un tren o en algo peor; cuando te mirabas al espejo estabas sucio como un cerdo, pero él siempre estaba limpio. No sé como lo hacía. En esas épocas no necesitábamos tener un sitio donde ir.” Robert siempre estaba dispuesto al viaje; sin un motivo aparente, recogía sus escasa pertenencias y desaparecía ante el asombro de sus compañeros. Otras veces eran turbios asuntos con mujeres ajenas los que le obligaban a partir “...las mujeres eran para él como las habitaciones de los hoteles; podía volver a la misma, pero siempre la dejaba en el sitio donde estaba”.
Consiguió realizar cinco sesiones, su obra alcanzó las 29 composiciones. De algunas de ellas dejó grabadas varias versiones. Un total de 42 grabaciones se conocen en la actualidad. A Robert le supuso un billete de vuelta a casa con unos dólares en el bolsillo, más de los que tuvo nunca. Durante una breve temporada disfrutó de su triunfo pavoneándose ante las chicas y los otros músicos con su disco en la mano. Después, cuando el dinero hubo desaparecido, tomó un tren a cualquier sitio y se esfumó de nuevo.

De la muerte de Robert Johnson circularon distintas versiones; suicidio según unas; magia negra según otras… Son House, que toda su vida le recriminó su vida descarriada, escuchó que una mujer le había envenenado; Johnny Shines recuerda haber oído contar que estuvo durante días corriendo sobre sus manos y sus rodillas, como un perro, hasta que el diablo vino a llevárselo.

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